..que se termina cuando nos morimos.
Como fiel miembro y socia vitalicia de la agrupación "Jóvenes glotonas pero felices", surgió en mi mente la presente comparación entre la vida y una caja de bombones.
Mi espectacular vida es una Ferrero Rocher de 24 preciosuras esféricas, pero es subjetiva la marca y cantidad bombonera que cada uno aplique a la suya.
Sin más preámbulos y habiendo aclarado esto (? daré comienzo a la explicación de mi teoría.
Hablando desde mi experiencia (que no es poca), cuando me enfrento a una caja de bombones, lo primero que hago (después de recuperarme del orgasmo provocado por el estímulo visual de la misma) es morfarme un par de unidades de una. Sin pensarlo, voraz y sistemáticamente los mastico y los trago.
Pero a medida que se van terminando, los saboreo más y más, valorando cada segundo de esa fiesta de chocolate en mi boca, y temiendo el gran final.
Entonces empiezo a separar más suavemente el papel dorado que los cubre, con cuidado de no dejar ningún pedacito que pueda arruinar el suceso. Después los huelo. Luego guardo en mi retina ese momento con precisión (na, tampoco la pasión, pero queda mejor el relato). Y así, inaugurando la degustación con el "crunch" de la capa crujiente, los saboreo lentamente.
Así pasa con la vida según mi teoría. Vivimos apurados, queremos todo ya, ahora, rápido. Y cuando nos damos cuenta ya pasó. Tenemos que aprender a saborear las pequeñas cosas de todos los días. El tema está en que no llegue tarde ese "click". (O que al menos llegue). Porque como dijo Gabriel García Márquez:
Como fiel miembro y socia vitalicia de la agrupación "Jóvenes glotonas pero felices", surgió en mi mente la presente comparación entre la vida y una caja de bombones.
Mi espectacular vida es una Ferrero Rocher de 24 preciosuras esféricas, pero es subjetiva la marca y cantidad bombonera que cada uno aplique a la suya.
Sin más preámbulos y habiendo aclarado esto (? daré comienzo a la explicación de mi teoría.
Hablando desde mi experiencia (que no es poca), cuando me enfrento a una caja de bombones, lo primero que hago (después de recuperarme del orgasmo provocado por el estímulo visual de la misma) es morfarme un par de unidades de una. Sin pensarlo, voraz y sistemáticamente los mastico y los trago.
Pero a medida que se van terminando, los saboreo más y más, valorando cada segundo de esa fiesta de chocolate en mi boca, y temiendo el gran final.
Entonces empiezo a separar más suavemente el papel dorado que los cubre, con cuidado de no dejar ningún pedacito que pueda arruinar el suceso. Después los huelo. Luego guardo en mi retina ese momento con precisión (na, tampoco la pasión, pero queda mejor el relato). Y así, inaugurando la degustación con el "crunch" de la capa crujiente, los saboreo lentamente.
Así pasa con la vida según mi teoría. Vivimos apurados, queremos todo ya, ahora, rápido. Y cuando nos damos cuenta ya pasó. Tenemos que aprender a saborear las pequeñas cosas de todos los días. El tema está en que no llegue tarde ese "click". (O que al menos llegue). Porque como dijo Gabriel García Márquez:
"Cuidado con degustar solamente el bombón número 24"
No, mentira: "La experiencia llega cuando ya no nos sirve de nada"
Ahora no tienen excusas: ya se los advertí. Comamos lentamente los bombones de nuestras vidas, y degustemos mejor cada centímetro cuadrado de chocolate.
Ahora no tienen excusas: ya se los advertí. Comamos lentamente los bombones de nuestras vidas, y degustemos mejor cada centímetro cuadrado de chocolate.
Maravilloso, Celina. Maravilloso es tu artículo, maravillosos son tus bombones, maravillosa es la canción que puedo oir leyendo y saboreando tus bombones. Abrazos de tu amigo Remisson
ResponderEliminarcomparar la vida con una caja de bombones... que orginal! nunca viste Forrest Gump?
ResponderEliminarNo anónimo. Por?
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