jueves, 6 de septiembre de 2012

Juventud, divino tesoro

En todos lados resuena que la juventud está perdida. Se naturaliza tanto esa frase, que hasta nos convence de que es así, de que tiene que ser así, y que no hay otra realidad posible.

¿Qué significa que está perdida? 
¿Quién la perdió?
¿Qué es estar "encontrados"?
 ¿Los "grandes" quieren que nos "encontremos"?

El mayor problema es el escepticismo ante la juventud. Se piensa que todos los jóvenes somos apáticos que no nos interesa nuestro propio futuro, y mucho menos el de toda la sociedad. Pero eso es mentira. Un joven necesita un gobierno que no lo abandone. Una sociedad que no lo estigmatice. Un joven necesita programas de capacitación, necesita comprensión, necesita que su voz se escuche. Para atender a la juventud no basta con organizar un partido de fútbol o un recital.

Hay que buscar una sociedad que promueva el diálogo y que luche contra lo que Paulo Freire llamó antidiálogo, resultado de una educación verticalista, que es lo que algunos sectores proponen. Una sociedad que nos respete y que nos enseñe a hacer valer nuestros derechos. Que no se nos tilde de vagos y atorrantes cuando nos organizamos en los centros de estudiantes, como pasó a principio de este año en las tomas de los colegios porteños. 

Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, dijo Salvador Allende.  Al fin y al cabo, creo que lo que en realidad pasa, es que a muchos les conviene que estemos perdidos. Y por más que hablen de la juventud perdida con resignación -y hasta con odio-, les encanta que sea así. Porque una juventud despierta puede corromper con sus intereses. Porque una juventud despierta pone en marcha el cambio inevitable. Que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario