“¡Hola! ¡Sean bienvenidos al mundo de la Comunicación!” – nos recibe la carrera. – “Eso sí: les aviso que este es un camino sólo de ida, y que no habrá salidas de emergencia. Los invito a abrocharse los cinturones; espero que se sientan cómodos y disfruten cada segundo de su paso por mí. ¡Suerte!”
Y durante todo ese recorrido, los comunicadores debemos ir esquivando –como Neo en la película Matrix con las balas-, un tiroteo de ninguneos persistentes hacia nuestra profesión. Es mi intención aquí poder arrebatarles el arma a aquellos francotiradores, generalmente pertenecientes a carreras de las denominadas Ciencias Duras o Tradicionales, que subestiman hasta el cansancio a esta disciplina que –me atrevo a decir con orgullo- es superadora y engloba a las demás.
Ser comunicadores es una forma de ser.
Es el hecho primero y fundante por el cual reivindico a la maravillosa ciencia de la Comunicación. Es una manera de pararse frente al mundo, y también de cambiarlo. Especialmente aquellos a los que nos apasiona el mundo de los medios masivos, de la opinión pública, de la construcción y concepción de realidades. Tenemos esa cuota innata de magia, de creatividad, de color, ese “nosequé” que nos diferencia de los demás estudiantes que viven en un limitado y cuadrado mundo gris de números aburridos, de leyes –que muchas veces son obsoletas y ni siquiera se cumplen- o de la inútil memorización de los 650 músculos y los 206 huesos del cuerpo humano.
Los constructores de la verdad. “Pienso Comunico, luego existo”.
Los asuntos comunicacionales son de existencial importancia en las sociedades de hoy en día. Quienes trabajan en los medios masivos son los responsables de interpretar, construir, transmitir la realidad. Una realidad que muchas veces se deglute sin siquiera ser masticada, saboreada, o cuestionada. Esa “construcción de la verdad” es un poder inmenso que condiciona la conducta de las personas. Pero más llamativo es que si algo no aparece en las noticias, no existe: una guerra terrible y sangrienta no sucede si no aparece en los diarios más importantes del mundo. “Ojos que no ven…”
Además, sin una buena comunicación se derrumba el trabajo de los demás profesionales. Es en vano, por ejemplo, que un gobierno con los mejores y honestos funcionarios realice la mejor de las funciones públicas, si su desempeño carece de buena comunicación. Es en vano también, que una empresa con los mejores profesionales se esfuerce en llegar al éxito, si no cuenta con un equipo de comunicadores que mantengan una buena imagen de ésta hacia adentro y hacia afuera.
Por esto afirmamos que la Comunicación engloba y supera a todas las disciplinas, es imprescindible en cada una de ellas.
“El que mucho abarca poco mucho aprieta”.
Es un argumento -una bala- muy común utilizada por los francotiradores. Ellos suponen que “sabemos un poco de todo, pero al final no sabemos nada bien”. El saber un poco –bastante- de diversas disciplinas, nos permite tener una mirada global de las cosas, un panorama más abarcativo de las situaciones. Nos da la posibilidad de poder relacionarlas, y además nos invita a profundizar aquellos conocimientos que más nos interesen y apasionen, de la gran gama que nos ofrece. Las demás profesiones son los ingredientes de la torta de la realidad. Nosotros somos el cocinero.
Cuando la incertidumbre se transforma en oportunidad.
La mayoría de los futuros comunicadores no sabemos con certeza cuál es el campo de acción de nuestra carrera. Estamos seguros de que nos gusta, nos encanta, nos apasiona, pero ni siquiera podemos definirla. Simplemente tomamos carrera en el borde de la pileta, y nos tiramos de “bomba” hacia un mundo bastante incierto e inexplicable de conocimientos, salpicando también a nuestros padres y amigos con el agua de la incertidumbre –en esta instancia suelen nacer los francotiradores-.
Pero a medida que avancemos en el cursado, iremos abriendo nuestras mentes, y nos vamos a ir dando cuenta de que todas aquellas preguntas del principio, se transforman en oportunidades. Cada incógnita despertará más y más ganas de saber, de descubrir. Y así, alimentadas por la curiosidad y la convicción de transformar, se irán abriendo, una tras otra, las puertas de las oportunidades de trabajo, de aplicación de nuestros conocimientos.
Porque un futuro médico sabe que terminará en un consultorio. Un abogado es consciente de que puede desarrollarse en un estudio jurídico. Lo mismo ocurre con los contadores. Pero el comunicador no tiene un lugar específico: su amplitud de conocimientos le otorga un inconcebible abanico de oportunidades. Estamos en todos lados. Somos el espíritu, somos la esencia. Y eso lo hace emocionante.