lunes, 18 de julio de 2011

¿Viste cuando te sentís en medio de un desierto con todas ráfagas de viento que te llevan a distintas direcciones, pero no sabes por cual ir, y pensás y pensás.. y cada vez llegás a distintas conclusiones, y tratás pero no podés despertarte porque te das cuenta que no es solamente un mal sueño, y no te queda otra que cerrar los ojos y guiar tus pasos con cada diástole y sístole?

Fueguitos

Por Eduardo Galeano

Un hombre del pueblo de Neguá; en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

El mundo es eso -reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


(in)comunicación

Por Eduardo Galeano

"En el siglo dieciséis, algunos teólogos de la iglesia católica legitimaban la conquista de América en nombre del derecho a la comunicación. Los conquistadores hablaban, los indios escuchaban. La guerra resultaba inevitable, y justa, cuando los indios se hacían los sordos. Su derecho a la comunicación consistía en el derecho de obedecer. A fines del siglo veinte, aquella violación de América todavía se llama encuentro, mientras se sigue llamando comunicación al monólogo del poder."


Me gustan las personas con ganas de vivir

Me gustan las personas simples, sin vueltas. Las personas directas.

Me gustan las personas que dicen lo que quieren decir. También las que se saben callar cuando hay que callarse.

Me gustan las personas alegres, optimistas. Que me arranquen sonrisas, que se rían de mis -malos- chistes.

Me gustan las personas que se tiran de cabeza a las cosas. Odio las "si pero no", las personas con miles de grises. Las indecisas -como yo, creo-.

Me gustan las personas sinceras, transparentes. Esas que cuando mirás a los ojos se les ve el alma.

Me gustan las personas con cosas para decir. Que no se cansen de hablar ni escucharme. Que no me den la razón porque sí: que tengan siempre ganas de discutir cuando no pensemos igual.

Me gustan las personas perseverantes, que no bajan los brazos aún con todas en contra. Las que luchan por eso que quieren o piensan.

Me gustan las personas fieles a su esencia. Las que son auténticas.

Me gustan las personas que tienen en su diccionario las palabras Gracias y Perdón.

Me gustan las personas que dan sin esperar recibir. Las que tienen corazón grande y humilde.

Me gustan las personas con ganas de vivir.

miércoles, 13 de julio de 2011

Libertad



Por Quino

Para mí lo que esta mal es que unos pocos tienen mucho, muchos tienen poco y algunos no tienen nada; si esos algunos que no tienen nada tuvieran algo de lo poco que tienen los muchos que tienen poco... y si los muchos que tienen poco tuvieran un poco de lo mucho que tienen los pocos que tienen mucho, habría menos líos... pero nadie hace mucho, por no decir nada, para mejorar un poco.

miércoles, 6 de julio de 2011

Dijo Dolina.. "la poesía, generalmente se nutre, no se si de desdichas, pero sí de cosas que no están; de cosas que faltan. De faltas más que de sobras. El poeta casi siempre usa como arcilla para construir su canto la descripción de cosas que ha perdido: ha perdido el amor, ha perdido la ilusión, ha perdido la juventud, ha perdido la fe, ha perdido la patria... En cambio la poesía satisfecha, la poesía del hombre que ha conseguido todo en la vida es más rara y en general no tan buena."

No se quejen entonces de la mala calidad de mis párrafos borrachos de felicidad, jaa.
Qué buenísimo es sentirse parte de la transformación de la historia. Y qué buenísimo es pertenecer a esta generación del bicentenario que supo sacarse de la cabeza el miedo a ir un poco más allá, el miedo de decir, de abrazar y defender una idea, una bandera. Es bueno que nos demos cuenta de esto, que el fuego nunca se apagó totalmente. Ese fuego que los antipatrias no pudieron extinguir, hoy está en los ojos de cada pibe y de cada piba que vuelve a creer que no es inútil querer cambiar las cosas.
Abran los ojos mundos clasemedieros, y disculpen las molestias: esto es una revolución.

Esa opresión en el pecho significa vivir.

Por Mario Benedetti

Ayer de tarde estábamos sentados junto a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me estaba mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo ‘te quiero’. Entonces me di cuenta que era la primera vez que me lo decía, más aún que era la primera vez que lo decía a alguien. Isabel me lo hubiera repetido veinte veces por noche. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda en cambio, lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es un juego: es una esencia. Entonces sentí una tremenda opresión en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún organo físico, pero era casi asfixiante, insoportable. Ahí en el pecho, cerca de la garganta, ahí debe estar el alma, hecha un ovillo. ‘Hasta ahora no te lo había dicho’ , murmuró, ‘no porque no te quisiera, sino porque ignoraba porque te quería. Ahora lo sé’. Pude respirar, me pareció que la bocanada de aire llegaba desde mi estómago. Siempre puedo respirar cuando alguien explica las cosas. El deleite frente al misterio, el goce frente a lo inesperado, son sensaciones que a veces mis módicas fuerzas no soportan. Menos mal que alguien explica siempre las cosas. ‘Ahora lo se. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera’. Nadie me había dedicado jamás un juicio tan conmovedor, tan sencillo, tan vivificante. Quiero creer que es cierto, quiero creer que estoy hecho de buena madera. Quizá ese momento haya sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho significa vivir.



lunes, 4 de julio de 2011


Lo que leerán -o no- a continuación lo tomé prestado de un blog, cuyo propietario a su vez también tomó prestado de un libro, y me pareció interesante compartir.

“Este mecanismo (la conformidad automática) constituye la solución adoptada por la mayoría de los individuos normales de la sociedad moderna. Para expresarlo con pocas palabras: el individuo deja de ser él mismo; adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, y por lo tanto se transforma en un ser exactamente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan que él sea. La discrepancia entre el ‘yo’ y el mundo desaparece, y con ella el miedo consciente de la soledad y la impotencia. Es un mecanismo que podría compararse con el mimetismo de ciertos animales. Se parecen tanto al ambiente que resulta difícil distinguirlos entre sí. La persona que se despoja de su yo individual y se transforma en autómata, idéntico a los millones de otros autómatas que lo circundan, ya no tiene por qué sentirse solo y angustiado. Sin embargo, el precio que paga por ello es muy alto: nada menos que la pérdida de su personalidad.”

“Este mismo fenómeno puede observarse al estudiar las opiniones de la gente acerca de ciertos temas, por ejemplo, la política. Preguntemos a cualquier lector de periódico lo que piensa acerca de algún problema público. Nos dará como ‘su’ opinión una relación más o menos exacta de lo que ha leído, y, sin embargo –y esto es lo esencial–, está convencido de que cuanto dice es el resultado de su propio pensamiento. (...) O bien la opinión de otro lector podría resultar de un momento de desconcierto, del miedo de aparecer mal informado, y, por lo tanto, en este caso el ‘pensamiento’ constituiría sobre todo una forma de salvar las apariencias, más que la combinación natural de experiencia, el deseo y el saber".

viernes, 1 de julio de 2011

Gustares de la vida I

levantarme pensando que llego tarde a la escuela y que sean menos de las cuatro
kilos de Ferrero Rocher de la San Remo
otros kilos de cookies and cream de la Yomo
lemon pie de mi nona
chipás de mi otra nona
dormir
dormir la siesta sin alarma
comer
cantar
tocar la guitarra
escribir
comer pororó
comer milanesas dobles de berenjena con queso
la mayonesa Natura
su perfume
bailar
leer
los domingos a la tardecita en Babylon
mis amigas
saber lo que voy a estudiar
el olor a ropa nueva
comer fideos con salsa de la Flopi
reventar las burbujitas de los plasticos esos que vienen cuando te compras cosas
las noches de verano
tardecitas de verano con guitarra
noches de peliculas, chocolates, pororó, pantuflas y amigas
charlar con mi tía
reirme a carcajadas
las charlas nocturnas que se extienden a la madrugada
las sorpresas
dar recitales en la ducha, o en el living donde mis perras son el público
el abrazo con la gente que extrañé después de un viaje
regalar cosas que se que a la gente la hace feliz
sentirme linda
un buen par de zapatos
aprender cosas nuevas
los músicos de la calle
tomar agua cuando estoy muerta de sed
abrazar y que me abracen
dar besos
correr en la lluvia
estrenar ropa
ir a un recital
que me traigan el desayuno a la cama
descubrir nuevas canciones que me gusten y escucharlas muchas veces
Internet!
escuchar musica con los auriculares caminando a ningun lugar
andar en rollers
los budines de naranja de La Lucana!