miércoles, 1 de agosto de 2012

Que sí, que no


¿Pospongo la alarma del celular o me levanto? ¿Café con leche o chocolatada? ¿Me llevo la bufanda? ¿Me quedo hasta el final de la clase? ¿Voy a hacer pis o se me pasa el colectivo? ¿Me siento al lado de ese amigo de la secundaria que no para de hablar o me hago la dormida con los auriculares? ¿Pongo la lista de reproducción o dejo el aleatorio?

Más o menos insignificantes, más o menos definitorias, la vida es una sucesión de decisiones. Consciente o inconscientemente, vivimos eligiendo caminos y dejando otros de lado.

¿Qué puede cambiar si tomo café con leche en lugar de chocolatada? Indirectamente provoco un crecimiento en la demanda de la industria cafetera y desfavorezco a la industria chocolatera. Pero a mí no me cambia nada. ¿Qué puede cambiar si me llevo o no la bufanda? Posiblemente me resfríe, pero con un té con miel de la abuela se soluciona.

Sin embargo, existe una feroz encrucijada que se nos presenta en la vida, y que determina vorazmente nuestro destino. Sí, señores, se trata de poner la lista de reproducción o el aleatorio. Y es justamente esa, mis queridos lectores, la cuestión que me interesa resaltar de esta inmensa sucesión de decisiones cotidianas.

Al poner la lista de reproducción del celular, se que apenas me subo al colectivo voy a escuchar Calamaro, que cuando voy por la autopista le sigue Guasones, y que llegando a la facultad escucho esa canción que tanto me gusta de Fabi Cantilo. Y listo. 

Cuando elijo el aleatorio, -que a veces parece conocerme tanto y me regala esas canciones que necesito escuchar- la cosa es más emocionante.  La voz de una canción se va apagando, y viene ese segundo de silencio incierto. Todo se queda quieto. Y sin avisar empieza a sonar ese rocanrol que me vuela los tímpanos porque tenía el volumen a todo lo que daba -la canción anterior era más tranqui-. 

No, no les estoy tomando el pelo. ¿Ustedes estaban esperando una profunda reflexión sobre la vida? Acá está. Esta disyuntiva, a primera vista boba e intrascendente, se traslada a nuestra manera de vivir. 

Podemos hacerle caso a lo preestablecido, a lo -entre comillas- correcto, a esas voces que nos dicen dónde pisar para no caernos, al camino seguro.

O ponemos quinta a fondo con el aleatorio en los auriculares, y aceleramos sin mirar las señales de tránsito ni los espejos retrovisores.

Es fácil decirlo así tan metafóricamente en una nota de un blog. Es fácil hacerse la nomeimportanada cuando una está entera. Porque además si chocás, vas a chocar también con el te lo dije de esas voces que te recomendaban el camino seguro. 

Igual es preferible chocar y levantarse mil veces, a nunca aprender a manejar.


"Quemarnos para poder quemar,
sin escuchar la sirena 
de los mediocres y de los imbéciles 
que nos hablan de prudencia"

LO DIJO EVITA Y ASÍ QUIERO VIVIR
A LA MIERDA.

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