Hola, mi querido yo. ¿Todo bien?
Te preguntarás por qué me dirijo a vos de esta manera tan poco convencional. La verdad es que.. yo también me lo pregunto, así que no te sabría decir.
Sucede que últimamente ando perdida. Viste como es. Se me mojó el mapa tomando mates y no lo puedo leer. La brújula se me volvió loca, y no hay guita para el GPS.
Tengo suficiente biodiesel en el tanque como para dar la vuelta al mundo las veces que quiera. Así que no me afecta la ausencia de estaciones de servicio desde hace cientos de kilómetros. ¿O si?
Pensándolo bien creo que el problema es justamente ese. La ausencia de estaciones de servicio. Pero no por la falta de biodiesel –del que dispongo infinitamente-.
El problema está en que no me cruzo ni con una estación de servicio, ni converso con un alma que no sea la mía desde hace mucho. Vengo manejando en el desierto. Y me aburre, me cansa, me desconcierta también.
Te cuento que hace un poco de frío acá (no es un desierto cualquiera, de esos calientes y secos como los que vende Discovery Channel). Todo es así como gris. Y a la noche el cielo no se llena de estrellas como antes, como en esas noches de verano con olor a pasto recién cortado. ¿Te acordás de las estrellas gigantes que tocábamos sin siquiera tener que hacer puntitas de pie? Esas, esas ya no están. Yo no sé donde se metieron. Eran tan lindas.
Mierda. Mi memoria puede rescatar solamente un par de imágenes, aunque difusas, de mi auto caminando por el asfalto, siendo abrazado por pasto verde y flores asquerosamente lindas, perdiéndose en la inmensidad del sol del horizonte. Bah, vos te debes acordar más que yo porque sos como una especie de conciencia.
Yo estuve pensando, estuve pensando mucho. Porque quiero salir de este desierto, es malísimo. Pero no puedo empezar a buscar la solución si no sé dónde se radica el problema.
Puede ser que esté manejando en círculos: siempre lo mismo, siempre las mismas cosas son las que no me dejan permanecer en la ruta copada, en el camino donde me encuentro conmigo.
Quizá tenga que asumir que las flores se pudren, se resecan después de cierto tiempo por las leyes de la naturaleza. Y que las únicas flores eternas son las de plástico.
¡O ya sé! Manejé tan fuerte, feliz y ciegamente que, sin querer, salí del área de cobertura floral, pensando que era interminable.
Quién sabe.
¡Pará!¡No!¡No puede ser! Tratando de encontrar dónde estaba el problema desapareció todo. El auto, la ruta, el paisaje. Hasta el desierto. Ahora sí que estoy perdida. Estoy tan perdida, que hasta dejé de estar perdida, porque desaparecieron también mis ganas de encontrarme.
Ya no quiero que aparezca otro auto. No quiero otra ruta, ni otro paisaje. Tampoco necesito mapas, ni brújulas, ni GPS. No extraño las noches de verano. Ni las estrellas gigantes. No quiero nada de eso.
Me alcanzaría una sola risa más, con el sol saliendo del río iluminándote la cara.
Maravilloso Celi , sos un sol , ese sol que jamás deja de brillar !! te quiero !!;) La Adri
ResponderEliminarTe fuiste de tema Chels!
ResponderEliminarMe gustó :)
Te vas al carajo Chelsa, sabelo. Ani
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